martes, 9 de junio de 2009

Lo que hacemos y ni lo imaginamos

Había una vez un niño con muy mal carácter.

Su padre le dió una bolsa de clavos y le dijo
que clavara uno en la cerca del jardín cada vez
que él perdiera la paciencia y se disputara con alguien.

El primer día clavó 37. Pero con el transcurso de
las semanas, aprendió a controlarse y el número de
clavos incrustados en la cerca disminuyó día tras día:
Había descubierto que era más fácil controlarse que
plantar clavos en la barrera.

Semanas después fue a ver a su padre y le dijo que
durante ese día no había plantado ningún clavo. Su
padre le dijo entonces que quitara un clavo de la
cerca por cada día que no perdiera la paciencia.

Los días pasaron y finalmente el niño pudo decirle
a su padre que había removido todos los clavos. El padre
condujo a su hijo a la cerca y le dijo:

"Hijo mío, te has comportado bien, pero mira todos
los huecos que hay en la cerca. Ella no será jamás como
antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo
que hiere o maltrata, le causas una herida como ésta."

"Tú puedes clavar un cuchillo en un hombre y después
retirarlo, pero quedará siempre una herida. Sin importar
cuantas veces te disculpes, la cicatriz permanecerá."

Una herida verbal hace tanto daño como una herida
física.

Los amigos son joyas escasas, te hacen sonreír y
te animan. Están listos para escucharte cuando lo
necesitas, te sostienen y te abren el corazón.


"Uno no vive de lo que come, sino solamente de lo
que digiere. Principio tan cierto para el cuerpo, como
para el espíritu."

- Benjamín Franklin

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